Para ver a los animales de cerca, no hay que ir al zoo

Habré estado en Cabárceno (Cantabria) tres veces o más, pero me he dado cuenta que poco o nada he aprendido de aquellos animales enjaulados.

He caminado millones de veces por todos los recovecos del pueblo, adentrándome entre las malezas. Sin embargo, cada vez que veo un zorro asomar su cabeza entre las hierbas al atardecer, lo miro como si no hubiera visto ningún otro antes. Además, los zorros que están en libertad, no se parecen en nada a los que se ven en cualquier zoo.

Puedo recordar, que antes de que hicieran el puente del río, los jabalíes iban a beber agua al río, bajo la luz de las estrellas. También he de mencionar aquella vez que no cupe en mi asombro al ver a unas perdices (la madre y sus crías), andar tranquilamente en fila india, por la carretera hacia Herrán.

He andado por la carretera con una culebra al lado, sin saber que era venenosa. Me he reído viendo a unos buscar en la inmensidad de la noche a una rana, debajo de un coche. Todo eso no es todo, en otra ocasión, no me pude contener la risa al ver un hurón jugando al escondite con una persona.

No son pocos los animales que me vienen a la cabeza, he visto ciervos saltando de terreno en terreno con la grandeza que les caracteriza. Por estos animales y por muchos más, que han formado parte de pequeñas anécdotas que contar, he decidido que se merecían una entrada en el blog, porque ellos también son parte del pueblo. Además, está claro que nada de esto puede pasar en un zoo, no se pueden encontrar anécdotas así allí. ¡No señor!